Estaba
enamorado de Tokio y tras nuestra estancia en Kioto me enamoré también de esta
bella ciudad. En éste y en el próximo artículo os explicaré los motivos:
A
pesar de ser una ciudad grande, es a la vez muy tranquila. Situada en un valle,
predominan claramente los edificios bajos, siguiendo un patrón de cuadrícula en
su mayoría. Destacan los numerosos templos, de hecho se le podría llamar la
ciudad de los templos. El conjunto realmente es armonioso.
Si
viajas en tren por Japón, lo primero que verás al llegar a Kioto es su
imponente estación, obra del arquitecto Hiroshi Hara e inaugurada en 1997.
Moderna y enorme, tiene un estilo futurista e incorpora incluso varios centros
comerciales. En nuestro caso, nos instalamos muy cerca, pienso que es uno de
los mejores puntos desde el que visitar la ciudad.
Justo
enfrente se ubica la Torre de Kioto, de 131 metros de altura y construida en
1964 en conmemoración de aquellos Juegos Olímpicos.
Y
a solo unos pasos, se encuentran los templos Higashi Hongan-ji, el primero que
visité, y Nishi Hongan-ji. Muchas otras
visitas en la ciudad merecen ser nombradas, como por ejemplo el santuario Heian jingū, el santuario
Kamigamo, el Palacio Imperial, el Castillo de Nijo, los paseos por Pontocho, por
el barrio de Gion o los paseos bordeando el río Kamo, Kamogawa en japonés.
Otro recorrido a destacar sería alrededor del templo Kiyomizudera,
en realidad un conjunto de templos budistas y recintos
religiosos situados en el distrito de Higashiyama, al este de Kioto. Podremos
observar la majestuosa puerta roja Niōmon o la pagoda de tres pisos Sanjūnodō,
con 31 metros de alto (fotografía de cabecera).
Casi a las afueras de la ciudad, hacia el noroeste,
podemos acercarnos en bus desde la estación, veremos el templo Kinkaku-ji, llamado
también Golden Temple o Pabellón de Oro. Rodeado de jardines y cubierto por pan
de oro, su silueta se refleja en el lago, una imagen espectacular a pesar de
nuestra presencia, la de los turistas.
Nuestra
estancia en Kioto fue muy agradable. Si en Tokio encontramos numerosos locales
especializados en vinos naturales, aquí en Kioto no nos faltaron, ni mucho
menos. Japón es un paraíso del vino sin aditivos.
Para
comer y beber, os comento de momento dos lugares extraordinarios que visitamos:
No
habíamos reservado mesa, pero menos mal que de todas formas vamos pronto a los
sitios, muy amablemente nos comentaron que nos atenderían encantados más tarde.
El lugar es pequeño, con una capacidad para muy pocas personas, no creo que
llegue a la docena. Tuvimos suerte.
El sitio es muy agradable, la cocina está
abierta a la sala. Su propietario es el Sr. Shige, quien trabajó durante varios
años en París, en el restaurante Severo entre otros. Además de ensalada
probamos el plato estrella del local, excelente carne madurada y perfectamente
cocinada, 100% japonesa, wagyu, proveniente de una granja a 60 kilómetros de
Kioto. Ahora puedo decir que la mejor
carne de mi vida la he comido en Japón.
No
sabía qué botella elegir entre las que me ofrecieron, todas me gustaban y
atraían, finalmente me decidí por un pet'nat, Ladybirds, cabernet franc del
Loira, de la Closerie de Belle Poule. Perfecto. El primer vino que bebimos en Kioto.
Antes
de irnos conversamos un buen rato con Monsieur Shige y su ayudante, la lengua
francesa fue una ventaja, nos convidó con un fantástico vino, Fou du Roi de
Axel Prüfel, Le Temps des Cerises. Charlamos de su experiencia en Francia, es
amigo de Kenjiro Kagami; también de Michel Tolmer (autor de Mimi, Fifi et
Glouglou, entre otros trabajos), quien le diseñó el logo del restaurante. Shige
san es una persona amabilísima, él mismo nos reservó mesa en el siguiente
restaurante.
393-3 Iseyamacho.
Second floor. Pogan Building, Kyoto
Teníamos la mesa
dispuesta gracias a la reserva de Shige san. Nos atendió Misa san, sommelière
que dominaba el italiano, la comunicación así entre español e italiano resultó muy
fácil. El restaurante, japonés, está especializado en cocina cantonesa y de
Sichuan, también en vinos naturales.
Degustamos un menú delicioso, de varios platos, cada
uno perfectamente maridado por la competente sommelière. Entre otras copas,
saboreamos: Tête de Bulles de François Dhumes; Sassaia 2015 de Angiolino Maule,
La Biancara; Oslavje 2013 formato 500ml, de Stanko Radikon; Domaine Lous Grezes,
Cuvée Alibi Duché D'Uzès 2010; Le Casot des Mailloles, Poudre d'Escampette 2013;
Malvasia 2014, Donati Camillo... Una selección maravillosa. Y finalmente una copa de un vino que nos
ofrecieron a ciegas y que me sorprendió. Con notas y recuerdos a Marsala, resultó
ser un vino de arroz que reposa en vasija desde hace 38 años, increíble vino
chino.
Kouki Watanabe san, el también simpático chef, salió
de la cocina expresamente para saludarnos.
Otra bonita experiencia. Kioto es otra maravilla más de Japón.
Vicente
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