¿Alguna vez has bebido un oporto en Oporto? Si has estado en
esa ciudad seguro que sí. Hacía más de diez años que no la visitaba y sigue
ofreciendo la misma visión deliciosamente decadente. Ese halo triste y romántico
de sus calles y edificios nos gusta, es muy atrayente. Esta ciudad envejece tan
bien como sus vinos, los grandes oportos, lenta y elegantemente.
En esta ocasión, hacíamos ruta y solo íbamos a estar un día.
Elegimos un alojamiento bien ubicado, unos estudios de ambiente acogedor
diseñados bajo un concepto moderno y práctico. El propio arquitecto que
proyectó tanto los diferentes espacios como la restauración completa del
antiguo edificio nos recibió y comentó algunos pormenores de los originales
muebles. Muy interesante. Cuando volvamos a esta ciudad reservaremos en el
mismo sitio, ExtendALL, y será por más días.
Oporto es un buen lugar para recorrer antiguos cafés y
librerías, pasear por sus calles, algunas fuertemente empinadas, y por ambos
márgenes del Duero. Cruzar el río a través del puente Luis I (1886) y
observar desde Vila Nova de Gaia la imagen de la ciudad bien puede definirse
como la postal de Oporto.
Varias bodegas se pueden visitar en este lado del Duero
(Ramos Pinto, Ferreira, Graham’s, Taylor’s, Burmester…). Recordemos que en el
pasado las normas obligaban a que todo vino de oporto, nombre que heredó de la
ciudad donde se comercializaba, debiera ser envejecido y embotellado en la
vecina Vila Nova de Gaia.
Nosotros optamos esta vez por saborear algunas copas de uno
de nuestros productores preferidos. En la tienda de Quinta do Noval puedes
elegir entre distintas opciones por copas o botellas. Una botella del Colheita
2000 para degustar en el momento fue nuestra elección, eso y algunas
botellas de viejas añadas para llevarse, alguna coincidió con la edad de
nacimiento del comprador, hace más de 40 años. Con el sabor del oporto de 14
años degustado, joven pero delicioso, seguimos paseando por esta bella ciudad.
La cena fue en el barrio de Foz, en el restaurante Cafeína,
otra de nuestras recomendaciones. Situado en una casa de inicios del XX, a dos
pasos del Atlántico y de la desembocadura del Duero. Lugar tranquilo, muy
agradable. Ambiente mezcla de clásico y moderno. Servicio muy amable y atento. Comida
riquísima, tanto carnes como pescados, siendo un bacalhau gratinado al horno
uno de los platos que más me gustaron.
La carta de vinos la presentaron en iPad. Empezamos con Redoma
Branco 2012, vino de Niepoort, del Douro. Elaborado a
partir de distintas variedades destacando la rabigato, códega do larinho,
viosinho, arinto y la gouveio. La primera y sobre todo la última pueden ser
conocidas pero las demás es la primera vez que las escucho. Con notas frutales, tropicales principalmente,
piña, madera bien integrada, bien de acidez, fresco, también notas cítricas.
Seguimos con Quinta do Castro Reserva Vinhas Velhas 2010,
también del Douro, terreno de esquisto en terrazas con muros. Cerca de 30
variedades con cepas de 70 años de promedio de edad. 16 meses en barricas
francesas y americanas. El vino, goloso, intenso, con similitudes a buenos
prioratos. Muy joven y con algo de madera, pero de enorme potencial. Largo y
persistente.
Salimos muy satisfechos de este bonito restaurante. Para
repetir.
Únicamente unas horas de estancia, pero magníficas. Partimos
de Oporto y entramos en España por el sur de Galicia, llegamos a las Rías Baixas.
Aunque eso ya forma parte de una próxima crónica.
Vicente
Fotografías 1, 2 y 5 realizadas por Juan Luis
Vanrell (El Ojo Público)
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