Sí, estuvimos en Jerez. Después de viajar en los últimos
años por Borgoña, Burdeos, Champagne, Alsacia, Piamonte o Toscana, por fin,
iniciamos un fabuloso recorrido a través de Jerez de la Frontera , Sanlúcar de
Barrameda y El Puerto de Santa María, los vértices de este famoso triángulo
geográfico que delimita el Marco de Jerez. Un peregrinaje indispensable para
todo amante del vino.
Comienzo aquí una serie de capítulos dedicados a estas
tierras, espero que mis palabras sean capaces de transferiros al menos un
pequeño reflejo de lo experimentado en esta extraordinaria región: Jerez y sus bodegas, sus tabancos y restaurantes, la emocionante visita a Sanlúcar y El Puerto y su gente. También añadiremos nuestra experiencia en el restaurante Aponiente,
la visita a la histórica Cádiz y, finalmente, antes de abandonar tierras
andaluzas, nuestra estancia en Córdoba.
La zona de producción de los vinos amparados por las
Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda,
que comparten el mismo Consejo Regulador (creado en 1933), abarca los viñedos
sitos en las localidades de Chiclana, Chipiona, Puerto Real, Rota, Trebujena y
Lebrija (ésta en la provincia de Sevilla), además de Jerez, Sanlúcar y El
Puerto (las tres ciudades que conforman la zona de crianza).
El Marco de Jerez, enmarcado entre los ríos Guadalquivir y
Guadalete y la costa atlántica, dispone de unas características microclimáticas
y geográficas especiales. En un clima cálido como el de esta región, la
influencia en la temperatura y en la humedad por los vientos dominantes de
poniente y levante tiene una gran relevancia. Los mejores terrenos, de
albariza, componen el denominado Jerez Superior. Son suelos de color blanco y
ricos en carbonato cálcico, su principal característica es su alta porosidad
reteniendo la humedad durante la época lluviosa y nutriendo las cepas durante
los meses secos.
Palomino fino es la principal variedad, destinada a la
elaboración de los Vinos Generosos: finos y manzanillas, amontillados, palos
cortado y olorosos.
Con las variedades pedro ximénez y moscatel se obtienen los
Vinos Dulces Naturales: a través de la pasificación de la uva expuesta al sol
(soleo), su prensado, fermentación parcial detenida con adición de alcohol
vínico y posterior crianza de carácter oxidativo.
Pale Cream, Medium y Cream se clasifican como Generosos de
Licor. Se elaboran a partir de la mezcla (cabeceo) de Generosos con Dulces
Naturales. En la zona también se elabora Brandy de Jerez y Vinagre de Jerez.
Expertos catadores determinan el distinto tipo de crianza y
con ello el tipo de vino. Una vez terminada completamente la fermentación
alcohólica del mosto, obteniendo un vino base seco al que se le sigue llamando
localmente mosto, se realiza una primera clasificación del vino. Dependiendo de
las características de este mosto, lo destinarán, en un principio, bien para
futuros finos o manzanillas encabezándolos con alcohol vínico hasta un total de
15,5º y comenzando así una crianza bajo el velo de flor formado en la
superficie debido a la acción de levaduras propias de la zona, es la denominada
crianza biológica. O bien, lo clasificarán para su envejecimiento como oloroso,
siendo en ese caso encabezados como mínimo a 17º, que impide el desarrollo del
velo de flor, y en contacto con el aire, es la crianza oxidativa.
Para los primeros vinos, una segunda clasificación tiene
lugar en esta fase denominada sobretablas. En cada una de estas botas
determinaran de nuevo si el desarrollo de la flor y el comportamiento del vino
confirma su vocación de crianza biológica o si se deben encabezar por encima de
17º y reconducir según criterios de la bodega hacia olorosos, por agotamiento
precipitado de la flor, o, debido a sus características, hacia palos cortado y
crianza oxidativa. No obstante, actualmente, la elaboración del Palo Cortado es
buscada y controlada desde el inicio de la vinificación, estos vinos conjugan las
particularidades de los olorosos en boca con los aromas típicos de los
amontillados.
Los amontillados son vinos que comienzan con una crianza
biológica, como en el caso de los finos y manzanillas, pero cuya flor muere a
lo largo de los años, por agotamiento o tras ser de nuevo encabezados hasta
unos 17º, provocando una segunda fase de crianza oxidativa.
Las botas destinadas a la crianza de vinos bajo velo de
flor, se llenan 5/6 de su capacidad dejando un espacio de dos puños de aire en
su interior. Esto permitirá la aparición de la flor, generada por levaduras
autóctonas capaces, con ayuda del aire, de metabolizar alcohol y otros
compuestos del vino (restos de azúcares, glicerina…) llegando a formar un velo
cubriendo toda la superficie del vino aislándolo del contacto con el oxigeno y
desarrollando en él unas características organolépticas propias, entre ellas, el
incremento del contenido de acetaldehídos. El encabezado a 15º no es casual,
esta graduación es permitida por las levaduras que forman la flor pero no por
otras levaduras o microorganismos no deseados. En cambio por encima de 17º de
graduación alcohólica es imposible la aparición o conservación del velo de
flor.
El origen de la práctica de fortificar (encabezar) los vinos
reside en la antigua necesidad de protegerlos durante su transporte en largos
viajes, siendo en la actualidad una necesidad técnica para elaborar estos
singulares vinos de importancia mundial.
El envejecimiento de los vinos de Jerez se realiza a través
del sistema de criaderas y solera, un sistema dinámico según el cual las botas
se disponen en hileras, unas sobre otras, siendo la que está en contacto con el
suelo la denominada solera y cuyas botas contienen el vino de mayor edad.
Cuando una parte de este vino se extrae (saca) de la solera para embotellar, se
reemplaza con el vino de la siguiente hilera, la primera criadera, y ésta a su
vez será refrescada (rocío) con la segunda criadera, y así sucesivamente
(corrida de escalas) hasta llegar al vino más joven que procede de la fase
sobretablas donde el vino base, el vino joven, fue encabezado. Este sistema
proporciona una regularidad en el estilo. A su vez, el corrimiento de escalas
también es necesario para refrescar la flor. Para calcular la vejez de estos
vinos habría que hablar de vejez promedio.
Realmente un mundo interesante, edificante y complejo el de
los vinos de Jerez. Vinos históricos, elogiados y consumidos por Enrique VIII
de Inglaterra, por William Shakespeare, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Alexander
Fleming… Un producto cultural cuyas primeras vides de la zona fueron traídas
por los fenicios hace tres milenios comenzando una larga historia vinícola. A los
fenicios siguieron otros pueblos, griegos, cartagineses, romanos, árabes... Recordemos al romano Columela, tratadista de agricultura, filósofo
y poeta nacido en Gades, la actual Cádiz, quien escribió importantes obras
sobre la agricultura en general y el viñedo en particular.
Los vinos de Jerez empiezan a coger fama propiciando su
desarrollo vinícola tras el descubrimiento de América y la apertura de nuevos
mercados. La demanda mundial aumentó en los siglos siguientes, destacando
enormemente el interés británico, quienes todavía identifican estos vinos con
el nombre de Sherry (vocablo que proviene de Sherish, nombre con el que los árabes
denominaban esta zona).
No fue hasta hace unos 200 años que los vinos que se
comercializaban entonces comienzan a parecerse a los conocidos hoy en día,
debido al afianzamiento del uso de la fortificación como práctica enológica y a
la introducción del envejecimiento por criaderas y solera, dando lugar a la
amplia gama de vinos.
Para una información más extensa y adecuada aconsejo
consultar la página oficial del Consejo Regulador del Marco de Jerez, siendo la
intención de mi exposición la de un simple resumen introductorio. También
recomiendo por su carácter pedagógico la lectura de los artículos publicados en
Elmundovino firmados por Paco del Castillo, Jesús Barquín o Álvaro Girón,
grandes expertos en la materia.
Nosotros intentábamos absorber y aprender la cultura de
estos vinos a lo largo del viaje, en cada bodega que visitábamos, en cada
restaurante, conversando con su gente… Un aprendizaje sin final.
Vicente
(Fotografía: vista de la Catedral de Jerez desde
el Alcázar)
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