Cádiz fue fundada hace tres
milenios por los fenicios con el nombre de Gadir, posteriormente los griegos la
denominaron Gadeira, Gades los romanos y Qadis los musulmanes. Posee una
extensa historia, rica en acontecimientos. Bella arquitectónicamente, conserva
muchos edificios del siglo XVIII. A un costado de la ciudad se sitúa el puerto
y la Bahía , al
otro, la Alameda
de Apodaca, la coqueta playa de La
Caleta , un largo paseo marítimo y las extensas playas que
continúan fuera de la ciudad. La bordea un mar que es océano, el inmenso
Atlántico que nunca fatiga nuestra vista.
Se trata
de una ciudad muy agradable para callejear, tapear en el barrio de La Viña,
pasear por el barrio del Pópulo, recorrer las numerosas plazas, visitar la
catedral, su Gran Teatro Falla… No me extraña su apodo “La tacita
de plata”, es descriptivo.
Mercado Central de Abastos
El punto neurálgico, alma de la ciudad, es el Mercado Central de abastos, de estilo neoclásico, construido en 1837 y rehabilitado recientemente. Un paseo entre sus paradas de pescado siempre es un placer a no perderse. No hace mucho han abierto dentro del recinto diversos locales dedicados al tapeo, es la zona denominada Rincón Gastronómico. Entre los puestos que más me gustaron recuerdo Gadisushi, con una materia prima de tanta calidad y tan cercana no podía faltar un japogaditano, y otro que también destaco es Dos Bocados, su montadito de tarantelo en salsa de cebolla y vino es una exquisitez (el tarantelo, una parte del atún, se utiliza mucho como atún encebollado). La gracia de todos ellos es poder saborear los productos dentro del recinto del mercado y rodeado del ambiente local.
Casa Manteca
El barrio de la Viña requiere una visita imprescindible, recorrer sus calles y tapear en alguno de sus numerosos locales (puntillitas, cazón en adobo, la caballa con piriñaca, en temporada en septiembre, y muchas otras riquezas del mar). Casa Manteca, taberna creada en 1953 y a dos pasos de la popular playa de la Caleta , es uno de los más conocidos. Su especialidad, sus chicharrones especiales (trozos de panceta de cerdo frita) cortados en lonchas muy finas y salpicadas con unas gotas de limón, se sirven en papel de estraza. Y para acompañarlos, una copa de manzanilla La Guita , como mínimo. El local es pequeño, pero estaremos entretenidos observando sus paredes plagadas de recuerdos e imágines taurinas, y el ambiente de su numerosa clientela.
Cerca de Casa Manteca encontramos el restaurante El Faro, del mismo grupo que El Faro de El Puerto. Decidimos tapear en su larga barra en lugar de sentarnos en el comedor. Disfrutamos con los dedos, las crujientes tortillitas de camarones y unos langostinos de Sanlúcar a la plancha son imprescindibles. Ya animados, optamos por algunos platos más: ortiguillas rebozadas, pavía de merluza y una brocheta de vieras y alcachofas. También probamos ½ ración de su paté de cabracho, fueron los primeros en hacerlos en toda la provincia. Por su cantidad, las medias raciones son suficientes, además se trata de probar cuantas más cosas mejor. Por cierto, ¡qué arte tienen con la fritura en esta tierra!, comida nada aceitosa, en su punto.
En el Faro tampoco están mancos en vinos, comenzamos por un trío de manzanillas, Solear (Bodegas Barbadillo), La Goya (Delgado Zuleta) y San León (Argüeso), y seguimos con un Fino de El Puerto, el de Gutiérrez Colosía, un fino espléndido. Buenas tapas y buenos vinos.
Una bonita historia rodea la Taberna La Manzanilla, fue comprada a las bodegas Barón de Sanlúcar por el abuelo del actual propietario, quien prosigue la misma actividad, la venta de vinos de
Sanlúcar. Nos contaba que en la taberna nunca se ha cocinado, por los olores,
ni hay calefacción ni máquinas, nada que altere el apreciado vino de sus
toneles, manzanillas de los mejores elaboradores de Sanlúcar, como Delgado Zuleta.
Sirven dos aceitunas por copa, en este caso gorrión, el vasito de caña típico de la
localidad de origen de estos extraordinarios vinos. Tienen manzanilla fina,
olosora y madura, de aproximadamente tres, seis y nueve años en barril. Probé
la primera y la última, la pasada, para comprobar mejor las diferencias. Por
supuesto también venden a granel, en rama, tanto las manzanillas como los amontillados,
olorosos o su moscatel. En una vitrina muestran una colección de botellas de manzanillas de distintas bodegas, algunas de las cuales ya no existen. Se trata de un lugar emblemático.
Un agradable descubrimiento para nosotros, Taberna La Sorpresa , un sitio con encanto. Sus actuales propietarios eran clientes asiduos de esta taberna y amigos de su anterior dueño a quien insistían en que el día que lo dejara les avisara. Y así ocurrió, tras la jubilación del antiguo propietario se produjo el traspaso de responsables. El local se remodeló manteniendo intacto su espíritu. Destacan sus toneles con vinos de las Bodegas Delgado Zuleta. Están especializados en atún rojo de almadraba, la antigua técnica de pesca artesanal empleada en la zona.
En esta taberna podemos pedir 1/2 limeta de manzanilla, la unidad de medida que se utilizaba en muchas tabernas de Cádiz, aquí recuperan la costumbre rellenando la botella de dicha capacidad directamente del barril.
En nuestro caso, la manzanilla acompañó uno de los platos estrella de la casa,
el carpaccio de atún, al que únicamente le añaden eneldo, pimienta y aceite de
oliva extra virgen. También degustamos la bacoreta en aceite, otro túnido. Todo excelente. Y no os perdáis la manzanilla
pasada ni el amontillado, de 8 años, insisto, lo sirven en rama de sus botas.
Juan Carlos, el propietario, nos sorprendió con otra combinación perfecta: la salinidad de unas
finas lonchas de mojama (atún en salazón) con un extraordinario oloroso. El
oloroso, de 12 años, creo que era de las Bodegas Pedro Romero, pero no importa, son vinos de la Taberna La Sorpresa. También tienen un barril con moscatel de Chipiona, que es lo suyo, delicioso. Puedes llevarte sus vinos a granel o las latas de conserva (incluso anchoas de Santoña) o sus aceites de Jaén.
Tomar un café en esta cafetería te remonta en el tiempo hasta principios del siglo XX. Restaurado recientemente, rememora el antiguo café que existió en el mismo lugar y que fue abierto en 1912 en conmemoración del centenario de la primera Constitución española,
promulgada en Cádiz, que fue conocida popularmente como “La Pepa ”.
La oferta gastronómica de la ciudad es amplia, hay donde elegir. Tampoco falta el punto dulce de sus pastelerías o panaderías: alfajores de Medina Sidonia (dulce de tradición árabe), cortadillos de cidra…
Antes de que se me olvide, no os vayáis de Cádiz sin contemplar la puesta de Sol desde el Castillo de
San Sebastián, de las más bonitas que se pueden ver.
En la próxima ocasión, nos gustaría visitarla
durante sus famosos carnavales, aunque pienso que cualquier momento y excusa es bueno.
Continuamos…
Continuamos…
Estando en Cádiz no perdimos la oportunidad de recorrer
parte de su costa. Ya habíamos visitado Sanlúcar y El Puerto, así que nos
trasladamos hacia Tarifa.
El recorrido es relajante, de vistas despejadas, destacan
los enormes molinos de viento generadores de electricidad, alguna figura del famoso
toro de Osborne, el ganado vacuno pastando… En su costa, la denominada de la Luz , nos encontramos ante una
verdadera exhibición de extensas playas de arena fina. El paisaje es
espectacular. Aquí las mareas son acusadas, estamos en el Atlántico, y los
atardeceres permiten ver esconderse la esfera del Sol tras el horizonte de
agua.
Desde pequeño, el atún ha sido uno de mis pescados
preferidos, y aquí, cuando es capturado con almadraba se convierte en el rey de
todo el litoral gaditano. Cocinado de infinitas formas, lo hemos probado como
hamburguesa, mechado con cebolla caramelizada, en tartar, encebollado, ahumado…
Y no solo destaca este pescado, también la urta (de carne blanquísima y
delicada), el calamar de potera (fresquísimo), los ostiones (primos hermanos de
las ostras)… todo depende de la temporada. Y no me olvido de la carne de
retinto, sí, la carne de esta raza vacuna local ha sido una de nuestras revelaciones,
tierna, jugosa, sabrosa.
Restaurante El Campero
(Barbate)
Restaurantes,
bares, chiringuitos… en todos los que entramos, desde el más sencillo al
más grande, su trato hacia el producto, la frescura y el sabor fue notable. De
todas formas, quisiera citar uno, El Campero, en Barbate, donde aprendimos
algunos detalles sobre el atún rojo de almadraba, su especialidad. Y lo
aprendimos, cómo no, degustándolo, en su
barra recién estrenada: probamos el “Sashimi
de atún” realizado con la parte denominada lomo, el “Tartar” con la cola blanca,
una “Punta de barriga de atún a la
plancha” y por supuesto “Morrillo”,
la parte más preciada de la cabeza del atún, ideal a la plancha. Otros tres
platos que degustamos también los recomendaría especialmente, la “Brochetita de atún en tempura”, jugosa,
la “Tosta de semimojama, queso payoyo y
vinagreta de tomate seco”, otra delicia, como también la “Yema frita con atún en tomate”. Excelente
experiencia, la verdad es que todo lo que probamos nos encantó. ¡Qué rico está
el atún de almadraba! Y eso que no estábamos en plena temporada, la levantá se
produce de abril a junio, pero las modernas técnicas de conservación permiten
apreciar estas delicias.
No son muchos los restaurantes en el mundo donde uno pueda
pedir la Manzanilla
Pasada La Pastrana (Hidalgo-La Gitana) por copas, una
de mis preferidas, y este es uno. También aquí probamos Tío Pepe en Rama 2013, sacado
al mercado en primavera, estaba agotado en todos los lugares que habíamos
preguntado hasta entonces, incluido la propia bodega. Unas copas de La Sacristía AB y
un siempre extraordinario Fino Marchanudo Alto de La Bota 27
del Equipo
Navazos acabaron de combinar fantásticamente con los platos de atún citados.
Acompañando los postres, el Px Antique Fernando de Castilla y Noé
de González Byass, colosales estos Px criados en Jerez. El Noé Pedro
Ximénez Muy Viejo se mostró espléndido, elegante, complejo, nada
empalagoso, intenso en nariz, amable en boca, equilibrado en todos sus matices.
Después de recorrer Jerez y sus bodegas, Sanlúcar, El Puerto, Cádiz y su costa hasta la bella ciudad de Tarifa, nos despedimos de
esta tierra, de sus pueblos y sus playas, de su color, su luz y el buen trato
de su gente. Volveremos, quién sabe si para quedarnos.
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