martes, 4 de abril de 2017

Tokio y el vino natural: La Pioche, Nimousaku, Maruchu...



Existen muchos motivos para visitar Japón, un país fascinante, pero lo mejor de Japón es su gente. Nuestro viaje comenzó en Tokio. La capital está repleta de locales donde comer: bares, restaurantes, tabernas... Los hay pequeños o más grandes, localizados tanto en pisos de altos edificios como en sus bajos, también en callejones, incluso a veces buscar alguno en concreto no resulta tan fácil. Nosotros recorrimos algunos de los más interesantes, todos ellos especializados en vinos naturales. En ningún otro viaje como éste habíamos contactado con tantas personas tan apasionadas por el vino sin aditivos.

Muchos profesionales del vino en Japón se han formado trabajando en Europa, en Francia principalmente. Tras años adquiriendo experiencia en los viñedos, en restaurantes, o en ambas facetas, a su vuelta de Europa, han abierto en los últimos años sus propios locales en ciudades japonesas. Pero no creáis que en este país el vino natural es un tema novedoso: Ahiru Store, bistrot y bar de vinos, lleva abierto desde 2008 y Shonzui, el primer bistrot de Japón dedicado a los vinos naturales abrió en 1993, sí, hace más de 20 años. De ambos, localizados en Tokio, os comentaré en una segunda y tercera entrega.

Vamos con el recorrido:


El primer local que tenía marcado en mi libreta de notas. Pequeño bistrot de nombre francés abierto desde 2013, especializado en vinos naturales, principalmente franceses, al igual que el estilo de su cocina, como en un magnífico bistrot de vinos naturales de París pero en Tokio, un aliciente más. Localizado en Chuo, el distrito financiero. Estaba abierto en domingo, nuestro primer día en Japón, y aunque no habíamos reservado para cenar, algo muy aconsejable, nos ofrecieron un hueco sobre uno de los dos barriles de vino que disponían a modo de mesa, sólo éramos dos y tuvimos suerte. El resto, la barra y las pocas mesas estaban a tope. Abundaban las botellas vacías a modo de decoración y en las paredes numerosas dedicatorias de las visitas de conocidos vignerons. Un gran ambiente.


Atendidos cortésmente por el propietario, Shinya Hayashi san, quise comenzar por un vino japonés, cómo no. Entre las dos o tres referencias mostradas del elaborador Eishi Okamoto, domaine Beau Paysage, elegí la cuvée Kurahara Nuage 2014, sauvignon blanc de la zona vinícola de Yamanashi, a solo una hora en coche al suroeste de Tokio. Este vigneron dispone de tan solo 3 hectáreas de viñas al pie del majestuoso Monte Fuji. 

Había leído que existían algunos buenos productores japoneses que trabajaban en el país, de forma natural, sin aditivos, y también conocía buenos ejemplos de vignerons japoneses afincados en diversas zonas vinícolas francesas que trabajaban muy bien, pero este mi primer vino japonés me resultó sorprendente, era un top, no tenía nada que envidiar a un vino francés que fuera de mi gusto. Rica fruta, buena acidez, frescura, calidad... y muy natural. Eishi Okamoto es uno de los grandes vignerons del país, sus vinos son de los más buscados. Extraordinario comienzo.
                                    
En las contraetiquetas de sus botellas el vigneron firma el siguiente enunciado, en inglés y en japonés:

"A glass of wine can change the world. Yes we can change the world if we change our daily food and drink. You may think I'm a dreamer. But I hope someday you will join us."

Más vinos japoneses probaríamos durante este viaje, de éste y de otros elaboradores. Japón es el principal comprador de vino natural. Y a pesar de la dificultad debido al clima, a la humedad de los veranos y a las intensas lluvias, Japón también es un país productor de vino natural.


Destaca en este bar de vinos la calidad de la carne, japonesa, cocinada perfectamente a la brasa. Lo sé porque os adelanto que la probamos, pero en nuestra última noche en Tokio, sí, aquí repetimos. En esta ocasión, disfrutamos con una brandada de salmón y el plato de pollo de granja al carbón.

Shinya Hayashi san me comentó que estuvo trabajando en Francia, en concreto con Jean-Yves Péron en su viñedo de Savoie. Por supuesto, la siguiente botella que solicité tras un viaje tan largo, teníamos sed, fue de este productor: Roche Blanche 2012, variedad jacquère. Sus vinos siempre nos gustan, sobre todo los blancos.


Los japoneses tienen fama de tímidos e introvertidos, incluso entre ellos así se consideran. En cambio, durante nuestra estancia mi experiencia me enseñó lo contrario, son amigables, abiertos, cariñosos, con extraordinario sentido del humor y, por supuesto, algo que ya sabíamos antes, muy amables. De hecho, hicimos nuestras primeras amistades del viaje en La Pioche, nuestra nueva amiga Kazumi, quien además de gran fan del vino natural habla perfectamente nuestro idioma.


Todo nos salió redondo desde nuestra llegada. Grandes vinos, sabrosa comida, nuevas amistades y un acertado alojamiento en pleno barrio de Asakusa, uno de los más tradicionales del centro de Tokio, a unos pasos del templo budista más antiguo de la ciudad, Sensoji.

En Tokio, la mayoría de los bares de vino natural se concentran en las extensas zonas de Shibuya o Ebisu, sin embargo, guiados en este caso por nuestras amigas japonesas, Kazumi y Ayako, conocimos en el segundo día de estancia en Japón dos lugares que para nosotros significan ya dos de las experiencias que más nos gustaron: la taberna Nimousaku y Maruchu Bar. Ambos bares de vino y sake natural se localizan en el distrito de Tateishi, muy cerca de la estación de Keisei-Tateishi, zona popular, de auténtico barrio lleno de vida donde abundan diversos comercios, principalmente izakayas, tabernas japonesas. Estamos en el barrio de Katsushika. Aunque aparece casi fuera de mi mapa, se alcanza en unos 20 minutos en metro desde Asakusa Station.

Nimousaku


Taberna dirigida por el señor Toshiriro Hidaka, una muestra una vez más de la amabilidad y simpatía de los japoneses. El local dispuesto con asientos frente a la zona de cocina estaba lleno. Preciosas botellas de sake formaban parte de la decoración haciendo de separación entre los comensales y la zona de trabajo. Numerosas dedicatorias de vignerons de renombre figuraban escritas en las paredes, como por ejemplo de René-Jean Dard, expresando su deseo de volver al lugar. El ambiente era extraordinario, todo el mundo disfrutaba. Comimos numerosos platos, realmente exquisitos: ostras, sushi, lengua, anguila y por supuesto oden, una de las especialidades de la casa, se elabora con diversos ingredientes cocinados en un caldo de konbu y dashi. Algunos de los platos parecían cuadros por su presentación tan artística.


Para beber, compartimos tres botellas de vino junto a otros asiduos clientes, gente del barrio. También probamos tres sakes distintos. Por cierto, el nombre más apropiado para referirse a lo que conocemos como sake fuera de Japón sería nihonshu, siendo más bien bebida alcohólica el significado de la palabra sake.


Mizuiro 2013 de Kenjiro Kagami, Domaine des Miroirs. Chardonnay. En mi casa, antes de partir hacia Japón, para celebrar el inicio de nuestras vacaciones había abierto una botella de este vigneron japonés afincado en Grusse, en el Jura. Qué alegría me dio poder disfrutar de nuevo de uno de sus vinos, pero esta vez en su país de origen. Quiero mencionar que incluso en Francia es complicadísimo conseguir alguna botella de Kenjiro Kagami debido a su limitada producción.


El segundo vino fue Nana-Tsu-Mori 2014 del Domaine Takahiko Soga, en Hokkaido. Pinot noir con algo de botritis. Uno de los vinos del viaje y del año. ¡Cuánto nos gustó! Gracias Hidaka san por ofrecernosla. Finalizamos la excelente sesión vinícola con una botella del Domaine Oyamada, Cuvée Petit, localizado en el centro de la isla de Honshu, en la prefectura de Nagano, a unos 200 km de Tokio. Seba es el nombre del viñedo. No estoy seguro de la añada, entre las variedades destacaba la cabernet franc.

A estas alturas de mi relato os habréis dado cuenta de que Japón es un país productor de vino y además de vino natural. A lo largo del viaje degusté los vinos de 6 ó 7 elaboradores japoneses, aconsejado por mis nuevos amigos del país, y realmente quedé convencido de que había probado algunos de sus vinos top. He de confesar que su calidad me la imaginaba, porque aquello que persiguen los japoneses con el corazón, lo consiguen. 


Por supuesto bebí nihonshu (sake), y no cualquiera, sino algunos de los pocos que siguen un proceso tradicional en su elaboración, el denominado kimoto zukuri. Se basa en la lenta acción de la levadura y del ácido láctico, no adicionados, y sin emplear unas condiciones ambientales artificiales. El equivalente al vino natural en el sake.

El primero que probé lo sirvieron tibio, a unos 50 grados creo recordar. Impresionantes sus aromas y sobre todo su textura y elegancia, no imaginaba que me iba a gustar tanto. Se trataba de una botella de la bodega de Takehara en la prefectura de Hiroshima, Taketsuru Shuzou, un nombre que se me quedó grabado. Tatsuya Ishikawa san es el elaborador.


Koikawa Usunigori. Mi segundo nihonshu, sake y cine. Botella con el nombre del productor y dedicada a su amigo director de cine Tagashi Shin. Como curiosidad, comentar que estamos hablando de graduaciones de unos 16%. Un tercer sake probé, de la bodega Kubo-honke, elaborado por Katoh Katsunori.

La capacidad de las botellas de sake de este restaurante era de 1,8 litros, pero siempre  sirven una pequeña cantidad en una jarrita para repartir.

Sensacional experiencia. ¡Por qué no me traería algunas botellas!




Maruchu Bar  (fotografía de cabecera)

En la misma zona existe otra taberna donde también poder disfrutar del vino natural y de platos japoneses. El local, enano, aunque no el más pequeño que visitamos durante el viaje, está dentro de un mercado, en un pasaje cubierto llamado The Shopping Arcade of Tateishi. Esta taberna (izakaya) la compartían dos socios y se llamaba Nimousaku, después uno de ellos abrió una nueva taberna muy cerca y un poco más grande, la que acabábamos de visitar, y esta primera, la del mercado, pasó a llamarse Maruchu Kamaboko y la nueva adquirió el nombre anterior. La filosofía de ambas es idéntica.

Tras unas gruesas cortinas amarillas de plástico se disponen dos mesitas que hacen de terraza. Justo detrás, dos barras paralelas con taburetes donde sentarse y a un extremo la pequeña cocina, como máximo cabríamos 10 personas. La disposición de las dos barras favorecía que el propietario, Nishimura san, atendiera fácilmente a los clientes. De parada vecina teníamos una pescadería. El lugar resultaba muy tranquilo, al menos cuando llegamos al anochecer, momento en el que estaban cerrando la mayoría de las tiendas.

Me pareció un bar de vinos fantástico. Destacaba el buen ambiente y la originalidad del lugar, también resultaba fácil conversar con los amigos o relacionarse con otros visitantes, de hecho compartimos algunos vinos entre todos, el lenguaje del vino es internacional.


Nakai Müller 2015, Kondo Vineyard, en Hokkaido. Viñedo Nakai, variedad müller-thurgau. Refrescante pet' nat, 10% de graduación, aromas de fruta, manzana, pomelo, albaricoque, melocotón blanco y flor blanca. ¡Coño!, ¡qué bien!, un espumoso japonés.

Kurisawa Blanc 2014, Nakazawa Vineyard, en Hokkaido. Pinot gris, silvaner, gewürz, pinot noir y kerner. Mis amigas japonesas querían que probara este vino, y lo entiendo, me pareció un gran vino, aromas a flores y cítricos.

De las referencias de vinos escritas en la pizarra en caracteres japoneses me fijé en la única palabra que entendía y conocía, Le Canon. Rápidamente pedí una botella del vigneron japonés afincado en el Ródano, Hirotake Ooka, domaine La Grand Colline: Le Canon 2014.




También tenían otras botellas con buen gusto, de Noëlia Morantin, de René Mosse... En los azulejos de la pared de enfrente se observaban varias firmas de conocidos vignerons, entre ellas un mensaje de Pierre Le Petit Gimios: La biodiversité dans l'esprit des petits producteurs (19.01.2016)

También saboreamos diversos platos, entre ellos Oden, una reconstituyente sopa de tendón de ternera, colágeno puro.

Nimousaku y Maruchu, dos lugares de culto para un bebedor de vinos naturales.


Mercado de Tsukiji

Acudir a este mercado es una buena idea para aprovechar los efectos del jet lag en los primeros días tras la llegada, ya lo hice en mi primera visita a Tokio hace unos años. Se trata de la lonja de pescado más grande del mundo. Para la famosa subasta del atún rojo tal vez sea madrugar demasiado, pero recorrer el mercado hacia las 7 o las 8 en plena y frenética actividad es un espectáculo en sí, siempre teniendo cuidado de no molestar a los trabajadores, ni obstaculizar las numerosas carretillas eléctricas que conducen a toda velocidad entre los pasillos del recinto. Seguramente tendremos la oportunidad de ver trocear enormes atunes de forma quirúrgica y en un tiempo récord con largos y afiladísimos cuchillos. Alrededor del mercado abundan las tiendas de utensilios de cocina, también pequeños bares de sashimi donde completar la experiencia y disfrutar de un desayuno fresquísimo.

Está previsto su traslado a una nueva ubicación con instalaciones más modernas pero de momento se están produciendo retrasos.


La Pioche, Nimousaku, Maruchu, Mercado de Tsujiki... Forman parte de un viaje inolvidable. Seguiremos contando...

Vicente

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