miércoles, 26 de noviembre de 2014

Château Meylet 1995. Michel Favard, vigneron de Saint-Émilion



Burdeos no es una de las regiones vinícolas en las que uno piensa cuando se habla de biodinámica. Sin embargo, aunque poco usual, también se desarrolla en esta zona este tipo de agricultura. Uno de sus viticultores pioneros es Michel Favard, propietario de Châteaux Meylet. Situado en Saint-Émilion y vecino de los grandes Châteaux de lujo dominantes en la zona, el viñedo, heredado de su bisabuelo, alcanza una extensión de apenas 2 hectáreas, 75% de merlot y el resto cabernet franc y cabernet sauvignon. Sus suelos son de piedra caliza arenosa, óxido de hierro y gravas.

Trabajo biodinámico en la viña, vendimia manual en óptimo estado de maduración trasladando los racimos en pequeñas cajas, selección de uva en la cepa y de nuevo posteriormente en bodega, vinificación realizada en dos cubas troncónicas de madera de 50 hectólitros. Utilización del pigeage (bazuqueo) para una extracción suave. Sin sulfuroso añadido, ni levaduras exógenas, ni adición de azúcar. Sin empleo de pompas, uso de la gravedad. Embotellado sin filtración ni clarificación. Unos dos años de crianza, en su mayoría barrica usada, y 6 ó 7 años de envejecimiento antes de salir a la venta. Pequeña producción de unas 5.000 botellas. En resumen, trabajo minucioso en campo y bodega, filosofía basada en la mínima intervención y en el respeto por la tierra y su fruto.

Michel Favard elaboró su primera cosecha en 1978 bajo el nombre de su propiedad después de aportar durante varios años las uvas a la cooperativa. Trabaja su viñedo de 60 años de edad media en biodinámica desde 1987. Es miembro de la Asociación de Vinos Naturales (AVN) en Francia.

Una suerte adquirir una de sus botellas, y más siendo de 1995, una de sus más grandes añadas. Creo que me llevé la última de la tienda, aunque es posible que aún quede alguna unidad de otra añada.

Recomendaría dejarlo respirar en decantador durante una hora al menos. Al acercarlo a la nariz notamos madera fina, cedro, cuero, especias dulces, sotobosque, cassis y ciruela, la fruta es expresiva, más que un recuerdo de la juventud. Agradable sensación en boca: textura elegante, taninos nobles, punto de acidez que acompaña, intensidad, longitud, profundidad. Complejidad en nariz y paladar. Final con abundante poso que a mí no me molesta. Sólo 12% de alcohol. Un gran vino de casi 20 años. Al día siguiente aún mejora, y mucho. Con bastante recorrido aún, si ahora se muestra así no me imagino cómo estará dentro de unos años.

Vicente

Vino comprado en L´Ànima del Vi.