viernes, 17 de octubre de 2014

Paseos por El Puerto de Santa María: Bodegas González Obregón, El Faro... (2ª Parte)



La entrada a El Puerto de Santa María desde la bahía de Cádiz remontando la desembocadura del Guadalete es una imagen inolvidable. Una vez ponemos pie en tierra, nos dirigimos hacia el mercado de la localidad. Nos gusta el ambiente de los mercados y desayunar en ellos o alrededor. En el camino pasamos por delante del Castillo de San Marcos (siglo XIII), uno de los edificios más representativos del lugar. Y llegamos al Bar Vicente (calle Abastos 7), un local con sabor auténtico, estética tradicional, muy acogedor. Sus molletes valen la pena, el de carne mechada está delicioso, también podéis comprar churros en el mercado (en el famoso puesto de Charo) y consumirlos en el bar.

Queríamos visitar Bodegas Obregón, localizadas muy cerca, pero antes no nos resistimos a probar las carmelas de la Confitería La Merced (calle Ganado 46), un bollo relleno de deliciosa crema pastelera y cubierto de azúcar glas, también lo ofrecen cubierto de chocolate.

Bodegas Obregón

Lustau es la única bodega del Marco de Jerez que trabaja en las tres ciudades: Jerez, Sanlúcar y El Puerto. Entre sus vinos, algunos de los que más me atraen son los de su línea almacenista, embotellados en formato de 1/2 litro y procedentes de pequeñas bodegas que elaboran de forma artesanal. Lustau menciona siempre en cada etiqueta el nombre del productor. Una de esas bodegas familiares es Bodegas Obregón, quienes no sólo almacenan vino para aprovisionar a grandes casas, también crían y venden el suyo propio. Tenía ilusión por visitarles.

Además de bodega poseen la taberna más antigua abierta de El Puerto (calle Zarza 51). En la puerta varios parroquianos degustaban su copita apoyados sobre algunas botas vacías colocadas de pie, una escena tradicional. Hablamos con Álvaro, 4ª generación de la familia. Fue oler una copa del Fino en Rama, de 3 años de crianza media, y pedirle que me embotellara un litro, ¡qué bueno!, flores, finura... Un vino en rama de verdad. También me llevé su Fino La Draga (5 años) que vende ya embotellado y con etiqueta, al parecer se trata de idéntico vino que Lustau Fino del Puerto Almacenista José Luis González Obregón. Otra botella más compré, directamente de la bota, el Amontillado Viejo de 20 años, que también encontramos en la línea almacenista de Lustau. Como comentó uno de los simpáticos clientes de la taberna: "ese amontillado ya es para comer, con pata negra y queso". Esta bodega y despacho de vinos nos dejó un regusto de autenticidad.

Seguimos nuestro recorrido. Cruzamos la Plaza España donde se localiza la Iglesia Mayor Prioral, iglesia de finales del XV reedificada en el XVII, y nos dirigimos de nuevo hacia el Guadalete, en concreto a la Avenida Bajamar nº 40. Saludamos a la familia Gutiérrez Colosía, excelente bodega, la única actualmente que permanece junto al río. A escasos metros, en la tienda de la importante Bodega Osborne (calle los Moros 7) compramos una botella de mi apreciado Fino Coquinero y, finalmente, subimos por la calle Valdés dejando a nuestra derecha la monumental plaza de toros (del año 1880) para dirigirnos al restaurante donde habíamos reservado.

El Faro de El Puerto

Si en la anterior visita a esta localidad comimos en el restaurante Aponiente, una experiencia para el recuerdo, en esta oportunidad tocaba conocer El Faro de El Puerto. Mucho nos habían hablado de este restaurante y teníamos ganas de probarlo por fin, realmente las expectativas aún fueron mejoradas. Optamos por sentarnos en la barra, la próxima vez será en el comedor, también tenía muy buena pinta. El servicio es agradable y eficiente. Los platos nombrados en la carta de barra incitaban a pedirlos. Nuestra elección, para que os hagáis una pequeña idea, fue:

"Ostras al natural y en escabeche", buen comienzo, y "Albóndigas de mariscos y algas", como aperitivos. También "Flor de calabacín en tempura rellena de mariscos", muy bueno, y como plato principal "Daditos de atún de almadraba salteado con sal de sésamo sobre verduritas y alga wakame", atún muy bien cocinado manteniendo textura y jugosidad, las verduras en su punto, un plato que nos gustó mucho.

Para acompañar me fijé únicamente en los vinos de jerez, es lo suyo, tienen una extensa selección con la posibilidad de degustarlos por copas. Disfrutamos con: Fino Pavón de bodegas Luis Caballero (estando en El Puerto no podía faltar este fino), La Bota de Vino Blanco Florpower 44 (bajo velo de flor y sin encabezar), Coquinero Amontillado Fino de Osborne (me trae muy buenos recuerdos) y La Bota de Amontillado 31 "Bota No" del Equipo Navazos (nueces, almendras garrapiñadas, alcanfor, complejo... extraordinario). Para los postres, valen la pena, Moscatel Gutiérrez Colosía, buen final con el helado de azafrán.

Un día bien aprovechado.

Vicente



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jueves, 9 de octubre de 2014

Paseos por Cádiz y El Puerto de Santa María: Taberna La Manzanilla, La Sorpresa... (1ª Parte)



Playas, gastronomía, historia, cultura... muchos son los motivos para volver a visitar Cádiz, una ciudad entrañable, y lo mismo podemos contar de su vecina, El Puerto de Santa María. El catamarán es el transporte más indicado para unir ambas. El viaje, cruzando la bahía, es corto y placentero, relajante. Una vez llegamos al destino, ambas localidades invitan al paseo, sin prisas, recorriendo sus calles, descubriendo sus rincones y convirtiéndolos en algunos de nuestros recuerdos preferidos.

Varios son los lugares imprescindibles en Cádiz, para nuestro gusto. En esta ocasión nos instalamos en un cómodo hotel con vistas a la hermosa Catedral. De todas formas, en el casco antiguo de Cádiz todo está cerca y además, subiendo a la famosa Torre Tavira, tanto desde su mirador como a través de la Cámara Oscura, te das cuenta que todo está también a la vista. A pocos pasos, vale la pena la visita al pequeño e interesante Yacimiento Arqueológico Fenicio, de reciente inauguración, estamos hablando de una ciudad con 3.000 años de historia. Tampoco faltan los museos, como el de Cádiz o el de las Cortes, y un bello teatro, el Gran Teatro Falla.


Recomendamos perderse entre las principales calles (calle Ancha, Columela...); encontrarse de repente con las bonitas plazas (Plaza de San Antonio, de Mina, de España...); o bordear la ciudad, desde la Alameda de Apodaca hasta la Catedral y más allá, siempre con unas increíbles vistas hacia el océano. Porque en esta ciudad, desde cualquier punto, estamos a un paso del mar, de las anchas y largas playas, o de la coqueta playa La Caleta. No olvidéis contemplar el paisaje desde los castillos, el de Santa Catalina y el de San Sebastián.

Y si hace hambre o gusanillo, lo tenéis muy fácil. En una ubicación excelente, a la salida de la Caleta, o entrada, tenemos la Peña Flamenca Juan Villar (Paseo Fernando Quiñones s/n) donde puedes comer pescadito frito, en septiembre era temporada de caballa caletera, llamada así por la forma de pesca, para comer a gusto con los dedos. Adentrándonos en el castizo Barrio de la Viña encontramos, entre otras muchas tabernas, Casa Manteca (calle del Corralón de los Carros 66), y muy cerca El Faro de Cádiz. En la primera no os perdáis sus chicharrones especiales junto alguna manzanilla, San León por ejemplo. En la segunda, aconsejo la barra y pedir cualquier tapa de la carta, apetece probarlas todas.

Si os quedáis con apetito, o por simple placer, acudir al centro neurálgico de la ciudad, el Mercado Central de Abastos (Plaza Libertad). Un mercado repleto de buen ambiente, a un lado las paradas de fresco pescado y al otro los puestos donde degustar pequeños manjares. Nosotros recomendamos Dos bocados (puesto 107) y probar sus montaditos de tarantelo de atún, de ventresca de marrajo o de bonito y el morrillo de pez espada, también tienen mini-hamburguesas, eso sí, de retinto.

Otras dos direcciones están entre mis rincones preferidos. Muy cerca de la Plaza de Candelaria encontramos la Taberna La Manzanilla. Aquí no hay tapas ni cocina, ni olores ni ruidos, únicamente manzanilla en rama, amontillado, moscatel... y dos aceitunas por consumición, ¡qué más quieres! Pues sí, yo pedí que me embotellaran un litro de manzanilla olorosa, de unos seis años de crianza media, entre la fina y la pasada. Estaba tremenda.


A mitad de camino entre el mercado y la plaza de la Catedral tenemos una sorpresa, Taberna La Sorpresa. El atún rojo es una de sus especialidades, en tartar o en sashimi. Para acompañar, 1/2 limeta de manzanilla, la medida ideal para dos personas. La manzanilla es de Delgado Zuleta, la Toneles Gordos. Y no es la primera vez que lo comento, emparejar la mojama de almadraba que tienen con oloroso, o si lo preferís con amontillado, te hace tocar el cielo. El oloroso es todavía de Pedro Romero, el amontillado viene de las últimas criaderas de las escalas de Quo Vadis? (B.Rodríguez La-Cave, Delgado Zuleta). El vermuth de la casa también es aconsejable, sin excesos de alcohol. De esta taberna sería parroquiano fijo si viviera en Cádiz. En pocos minutos entablamos conversación con otros clientes, la simpatía del tabernero también ayuda, conversamos sobre gastronomía, geografía, historia, diversos oficios... tertulias tabernarias.


Como decíamos al principio, desde Cádiz en 30 minutos estamos en El Puerto, donde seguir disfrutando en esa bella localidad y visitar alguna bodega. Nosotros nos abastecimos de fino en rama de Bodegas Obregón y otros buenos vinos para abrirlos durante nuestra estancia por la costa de Cádiz: Conil, El Palmar, Vejer, Zahara...

Vicente