Elegir los doce vinos del año tiene un significado similar a
la costumbre de comerse la uvas en Nochevieja. Es hacer un punto y aparte;
cerrar el año vinícola; marcar una línea en el calendario dejando atrás los
vinos bebidos durante los últimos doce meses y enfrentarse a los siguientes con
la esperanza de que sean mucho mejores. Por supuesto, la elección de los doce
vinos es mucho más compleja que el simple hecho de comerse un racimo de doce
uvas, pues se trata de analizar, recordar y seleccionar las uvas fermentadas y
embotelladas que he disfrutado a lo largo de los 365 días de ese año, ahí es
nada. Así pues, escoger los doce vinos de un año no resulta fácil, sino todo lo
contrario. Es una tarea ingrata, incluso en ocasiones injusta, ya que hacer una
selección tan reducida siempre conlleva dejar fuera a grandes vinos. Este año
vuelvo a encontrarme con el mismo problema, así que para solventar esta
situación he decidido guiarme por un matiz: los momentos en los que me bebí
esos vinos. Estos son mis vinos y, por tanto, también mis momentos:
1º) Vega Sicilia
único, cosecha de 1973
Para hablar de este vinazo debo empezar dando las gracias a
la persona que hizo posible que me lo bebiera, mi amigo Marco Antonio Valera que,
en un detalle de generosidad, me hizo uno de los mejores regalos que he
recibido en mi vida. Gracias Marco.
Lo que más me impresionó de este vino fue su elegancia y la
vida que derrochaba, a pesar de su edad (40 años), incluso la que le quedaba
por delante de no habérmelo bebido. Maderas nobles, cedro, brea, tierra mojada,
humedad. Curiosamente me recordaba a un Barolo viejo, de hecho me trajo a la
memoria el Asili di Barbaresco 1998 de Bruno Giacosa, que en su día en mis
mejores vinos del 2012.
Este vino, como no podía ser de otra forma, me lo bebí, mano
a mano, con mis amigos Vicente y Mari Cruz en una tarde noche de diciembre
reservada especialmente para ese momento.
2º) Jacques
Selosse. Initial
Todos tenemos un amigo que cuando le ofreces una copa de
champagne te dice “a mí no me gusta el champagne”. Obviamente, no ha probado un
buen champagne y mucho menos uno de Selosse. El Initial es una sinfonía de
aromas, de sabores y de sensaciones. Uno de esos vinos adictivos en nariz y en
boca. El equilibrio personalizado. También me ha generado un problema: ahora
soy mucho más exigente con los espumosos.
Lo bebí en Enópata en una cata de champagnes “contra” cavas
de Gramona. Recuerdo que era un lunes de febrero y que al día siguiente
trabajaba, sin embargo la noche fue mágica, divertida, placentera con grandes
cavas, y con grandes decepciones entre los champagnes de renombre.
3º) David Leclapart
2004. L’Apôtre
¡Qué bien lo pasamos esa noche!, como siempre que nos
reunimos los amigos Enópatas. Los vinos con esta gente mejoran con su sola
presencia. Esta vez fue en casa y este pedazo de champagne lo trajo Mario.
Estos son mis escuetos apuntes que conservo: almendras, anacardos, nueces,
frutos secos en general, cerezas, cítricos, pomelo, crema, mantequilla, miel,
con una maravillosa acidez. Todo en su justa medida.
4º) Fromentin
Leclapart. Blanc de Noirs
De por sí, es un vino que podría estar en esta lista por su
equilibrio, su acidez, sus enamoradizas notas de bollería, de mantequilla, de
cereza y de fresas. Pero es que, además es el contenido que llena la foto de la
portada de mi novela, “Valencia y el Testamento de Violeta García”, por lo que
no podía faltar en mi lista de vinos de 2.013. Además, me trae grandes
recuerdos de la tarde que pasé con Juan y Rebeca haciendo pruebas de fotografía
con el campanario de San Valero al fondo y, por supuesto, bebiéndonos un par de
botellas de este champagne. Una gran tarde, desde luego: una puesta de sol,
champagne, fotografía, amigos…
5º) Los Riojas
viejunos
Este año he tenido la suerte de poder beber varios riojas
viejunos. La mayoría de ellos podría ocupar un espacio en esta selección, así
que para hacerles justicia a todos ellos he creído conveniente hacer un punto
dedicado a esos maravillosos vinos que el mundo vinícola de la actualidad
parece haber olvidado. Con ellos quiero reivindicar no sólo el placer de beber
grandes riojas, sino también la forma tradicional de elaborarlos.
Bodegas Palacio. Glorioso 1964 y 1966.
Bodegas Riojanas. Viña Albina 1964.
CVNE. Imperial 1994.
Marqués de Murrieta. Ygay etiqueta blanca 1970.
Marqués de Murrieta. Castillo de Ygay 1998.
Marqués de Arienzo. Cosecha 1982.
Tantos vinos como momentos con grandes y diferentes amigos:
Rafa Boluda, Raúl Carretero, Andrés Candela y los amigos de siempre, los amigos
de Enópata…
6º) Bodegas Monje.
Reserva 2000, Oscar Domínguez
Compré esta botella hace un par de años en Tenerife, el día
que visité Bodegas Monje. La tuve en la neverita esperando compartirla con mi
amigo Javi Bahilo. Un buen día me quedé sin vino y mi amigo se fue a China,
pillé la botella y me la bebí. Lo siento Javi, me bebí uno de los vinos que más
me han sorprendido nunca. Alucinante. Jamás podía esperar encontrar en un vino
canario todos los matices que encontré en aquella botella. Me recordó a un
pinot noir –sí, sí, a un pinot noir- a un pinot noir viejo, complejo, que
escondía grandes secretos bajo su color cebolla. Cedro, casis, ceniza,
especias, bayas rojas, cerezas, tabaco, grafito, tierra… Esa tierra que tanto
amo, a pesar de que nada familiar me une, y a la que me escapo cada invierno
que puedo.
7º) Punset. Riserva
2006
Este Barbaresco lo disfruté gracias a mi amigo Massimo
Cesca. Le pedí que me enviara una selección de vinos italianos a su gusto y me
envió este pedazo de vino de una pequeña bodega de Neive, que cumple con los
requisitos que auguran un buen vino: bodega pequeña, respeto por el viñedo, mínima
manipulación en bodega, terroir a tope… Además, a un precio sorprendente para
ser un Barbaresco excepcional. Al escribir estas líneas recuerdo que debo
hablar con Massimo para que me envíe más joyas como esta.
Este vino me lo bebí con mi cuñado y amigo Raúl un sábado de
febrero. No teníamos ninguna pretensión más que bebernos un Barbaresco, lo que
hace que lo disfrutáramos aún mucho más.
8º) Didier
Dagueneau 2007. Damnatus Mons
¡¡¡¡Huuuummmm!!!! Este es uno de esos vinos que me emocionan
con sólo recordarlos. No se sabe lo impresionante que puede estar una sauvignon
blanc hasta que no se prueba una como la que elaboró Didier Dagueneau con este
Damnatus Mons. Armonía y equilibrio. Esas serían las dos palabras que mejor lo
definirían. Además es una sinfonía de matices y de sabores: cítricos, pomelo,
miel, roble, salino, atlántico…
Entre muchos otros vinos, lo compartimos los amigos de Enópata
durante una noche de junio, bajo el cielo de Ruzafa, en una cata memorable que
celebramos en mi terraza y que ha quedado rinstaurada de por vida.
9º) Perrot Minot.
Champs Perdrix 2003
Pinot noir. Bendita pinot noir. No hay nada que más me guste
en esta vida que beberme un maravilloso pinot noir. Y éste lo es. Me encanta
todo lo que he probado de Perrot Minot y este Champs Perdrix 2003, de Vosne
Romanée, no es una excepción. Elegante, sutil, pero a la vez complejo y
poderoso. Habrá que pensar en comprar una casita en la Borgoña para la jubilación.
Hay muchos otros pinot noirs que he bebido a lo largo de
este año, incluso grands crus, pero si he elegido éste ha sido porque en mi
despacho suelo organizar catas con mi socio y otros amigos. La selección de los
vinos que llevé aquella noche de noviembre fue excepcional, sin embargo este
pinot noir destacó por encima de todos de forma rotunda. Esas catas no sólo son
muy divertidas, sino que además transmiten la pasión que yo siento por el vino
a otras personas creando afición a la causa, lo que siempre es gratificante.
10º) Louis Jadot.
Hameau de Blany 1997
Volvemos a la
Borgoña , ahora con la gran “dama blanca”, esa variedad que
allí alcanza su máxima expresión. ¿Veis como hay que pillarse una casita en la Borgoña ?
Tres son los motivos por los que este vino debe estar en
esta lista. El primero, porque es un vinazo. Es sumamente complejo, más bien e
meditación, pero a la vez es cremoso, amielado, lácteo, con notas de fruta de
hueso blanco y pomelos. El segundo porque una de las dos veces que lo bebí fue
el día que empecé las vacaciones de verano, y ese siempre es un día grande. Y
el tercero porque fue uno de los vinos con los que celebramos el setenta
cumpleaños de mi madre.
11º) Vega Lacuesta.
Bellori fermentado en barrica 2009
Reconozco que la verdejo no me apasiona, al menos no me
apasionaba hasta que bebí este Bellorí fermentado en barrica. Tal vez sea
porque no tiene nada que ver con las verdejos que hasta entonces había probado
o tal vez porque me recuerda horrores a un fantástico chardonnay de
Pulgny-Monrachet. Sí, así es, no os extrañéis. De hecho, el día que presenté mi
novela en “Enópata”, al terminar la presentación, mi amigo Juan me dio una copa
de vino blanco, tras pegar el primer sorbo pensé que me había dado un pedazo
borgoña, pero no, era un Bellorí fermentado en barrica.
12º) Salvador Poveda.
Sacristía 1964
Nunca hasta la cata de junio con la gente Enópata había
probado un fondillón, un vino de reyes que tuvo su esplendor muchos siglos atrás
y ahora casi forma parte del olvido. Reconozco que la noche que lo probé no me
gustó, es más me decepcionó, sin embargo conforme ha ido pasando el tiempo he
ido valorando sus notas rancias, con recuerdos de Oporto, Madeiras, Marsalas,
Palos Cortados, Olorosos y Amontillados. Un vino extraño que debemos rescatar
del olvido y darle el reconocimiento que se merece y con el que yo me debo
disculpar con otra botella.
Como con las uvas de cada Nochevieja, con estos doce vinos
cierro una etapa y abro una nueva que seguro que será como mínimo, tan buena
como la del 2013. Y lo será no sólo por los vinos bebidos sino también por los
momentos vividos, siempre entorno a una copa de vino, claro.
Juan Luis
Hermitage - La Chapelle
Fotografía y texto: Juan Luis
Vanrell